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A pulso: La historia de superación de JAVIER GÓMEZ NOYA

Stadio Sport  |  29 de diciembre de 2015 (22:34 h.)
Paulo-Alonso-Lois-Anton-Bruquetas

Decir que Javier Gómez Noya ha escrito un nuevo capítulo en la historia del deporte español sería quedarse cortos, porque realmente su vida y sus logros en el mundo del triatlón dan para escribir un libro entero. Y aquí está la prueba: Alonso Lois y Antón Bruquetas, periodistas deportivos que han seguido muy de cerca la carrera del campeón, se han puesto manos a la obra para hacer de A pulso, un libro a la altura del mejor triatleta que ha dado el país.   

Revisar con detenimiento sus comienzos o la íntima lucha que Noya tuvo que afrontar contra la anomalía que le fue descubierta en el corazón, son solo algunos de los puntos en torno a los cuales se hilvana esta historia real de superación y triunfo. 

La de Gómez Noya es una historia verdaderamente singular, desde sus comienzos en el pequeño barrio residencial a las afueras de Ferrol, hasta haber llegado a ser lo que hoy es, una figura del deporte mundial. Tomando como punto de partida lo acontecido en la final del Campeonato del Mundo de triatlón de 2013 –cuando Javier consigue ganar a Jonathan Brownlee al sprint–, los autores comienzan a revivir sobre el papel los capítulos más destacados y memorables en la vida del deportista gallego. Los comentarios y recuerdos directamente narrados por Noya complementan a la perfección un recorrido narrativo que está hecho para el total disfrute del lector, ya sea tanto seguidor habitual del triatlón o del deporte en general, como neófito en una temática que quizás ni siquiera consiga ubicar. Trozos de vida y deporte en estado puro que atrapan desde la primera hasta la última de las páginas. 

Aquel muchacho de quince años, que ya era un destacado nadador y cuya vida giraba alrededor de una piscina, pronto se vería impulsada por el gusanillo de la competición. Corría el año 1998. «Yo no conocía nada sobre triatlón. Pero Carlitos Castro, Carlos Núñez y Alberto Paz ya se habían iniciado. Coincidía con ese grupo de bomberos que en Caranza preparaban los triatlones. Ellos sabían que me gustaba correr y que también había salido algo en bici. Un día me hablaron de una carrera en Castropol. Me entró la curiosidad y les pregunté qué era lo mínimo que hacía falta para competir».   

 La carta de presentación se debería escribir con mayúsculas para un hombre que ha sido cinco veces campeón del mundo: 2008, 2010, 2013, 2014 y 2015, amén de otros títulos que ya ocupan pantallas completas de la Wikipedia. Sin embargo, el camino recorrido hasta ahí, no ha estado precisamente bien asfaltado. Le descubrieron una anomalía cardíaca y le prohibieron competir en la élite. Esa decisión deba  al traste con la carrera de un joven deportista con todas las ilusiones por estrenar.   

Los inicios difíciles de Gómez Noya en el triatlón y el desgaste que supuso cada uno de esos días, forjaron una personalidad y un carácter que se va descubriendo poco a poco en el libro. Una parte poco conocida de su vida, que aún a costa de lágrimas, y continuo entrenamiento, consiguió superar. Sus palabras son más que elocuentes: «Se me vino el mundo encima. Pasé noches sin dormir y durante unas semanas estuve tocado, triste, apagado. Me encontraba perfectamente, entrenaba con normalidad. Así que, de repente, te cuentan eso y no lo entiendes. Tampoco quise compartirlo con nadie. Ni con mis amigos». Tuvo que lidiar con múltiples papeleos, continuas pruebas médicas y diversos despachos para recuperar lo que parecía se le negaba: el derecho a hacer deporte y competir (bajo controles médicos), a todos los niveles y con los mejores. 

El amor al deporte le llevó a enfrentarse a ciertas órdenes gubernamentales que le cerraban el paso incluso a carreras populares. Si el triatlón se ha hecho ahora (a mayor escala) muy conocido en España, es gracias en gran medida a Javier Gómez Noya. Quizás lo que el gran público no conoce tanto son los obstáculos que tuvo que superar el atleta antes de llegar a lo más alto. Jamás bajó los brazos. Tuvo que reinventarse desde el desánimo y la metamorfosis en deportista de élite no tardó en llegar. 

«El mensaje era tan preocupante que no recuerda con exactitud de qué boca salió. Su hijo no volvería con la selección española de triatlón y debería dejar el deporte para evitar riesgos para su salud. Tenía una válvula aórtica bicúspide, que no cerraba tan bien como las normales y producía un cierto reflujo, y el ventrículo izquierdo de su corazón estaba más desarrollado de lo normal». 

Levantado el veto, el Mundial sub-23 de Nueva Zelanda sería el espaldarazo definitivo a una carrera predestinada a lucir a fuerza de tesón y entrenamiento. Las palabras de muchas personas y familiares que estuvieron junto a él en los momentos más decisivos son otra clave del libro. Amigos deportistas como Iván Raña, que cuando estaba entre los mejores del mundo, quedó sorprendido por el afán de superación y voluntad en la preparación física de un joven que había aprendido muy bien a medir los tiempos y esfuerzos. «Lo que más me impresionaba de Javier eran sus ganas. Nunca le saturaba entrenar, nunca se cansaba de hablar de triatlón. En eso era algo fuera de lo común». Noya se pegó a la espalda del que  sería su ídolo y maestro para aprender. En Queenstown logró la gesta: campeón del mundo sub-23 con solo veinte años. 

«Su primera gran hazaña, tan inesperada como merecida por tanto sufrimiento. Oro después de una preparación deficiente, pero, al fin y al cabo, una gran carta de presentación ante el mundo».  Un deportista extraordinario 

Olvidados por fin los inciertos comienzos marcados por sus problemas médicos con el corazón, los nuevos vetos –la federación española volvió a denegarle la licencia alegando motivos de salud– y su polémica exclusión de los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, Gómez Noya se volcó en su carrera profesional: se trasladó a Pontevedra para entrenar en las mejores condiciones e incluso dejó los estudios en Ingeniería de Caminos por Ciencias del Deporte. Sin embargo, los repetidos choques con el Consejo Superior de Deportes, ya le habían hecho perder muchas oportunidades de ampliar su palmarés internacional. 

Natación, ciclismo y carrera a píe en una sola disciplina tan dura como espectacular y completa. Triatlón, un deporte joven en el que los adeptos han ido creciendo de manera exponencial con los años. Las carreras igualmente han tomado renombre y alcanzado categoría de aventura épica: Mooloolaba, Tiszaujvaros, Lisboa, Des Maines, Londres, Hawái, Madrid, Budapest, Salford o Hamburgo son citas que han visto como Noya iba encumbrándose poco a poco… victoria tras victoria o quizás con segundos y terceros puestos que le ratificaban en su alta posición dentro del medallero. En 2007, aunque abundaban los buenos competidores, muchos, por no decir la gran mayoría, flaqueaban en alguna disciplina; Javier sin embargo, se revelaba como el modelo de triatleta completo. 

«La táctica en carrera, su capacidad para esprintar, su resistencia al calor, su manejo en determinadas situaciones sobre la bicicleta… Matices que gotean con el tiempo, hasta terminar empapando a un triatleta. En su caso, detalles para hacerlo casi invencible».  

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