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“Yihadistas” europeos

Enrique Arias Vega  |  28 de junio de 2014 (21:00 h.)

Sorprende la relativa despreocupación de los españoles ante el incremento de yihadistas nacionales que se entrenan para matarnos en el conflicto de Siria y su zona periférica.

En otros países europeos, la alarma se ha extendido tras el triple asesinato en una sinagoga belga perpetrado el mes pasado por un fundamentalista francés regresado de Oriente Medio.

En Gran Bretaña, son frecuentes los editoriales de prensa y los reportajes televisivos sobre un fenómeno que no les coge de nuevas con los fanáticos musulmanes nativos de segunda generación. En 2005, sendos atentados simultáneos en un autobús y en el metro de Londres causaron 56 muertos.

Curiosamente, aquí vivimos más tranquilos y confiados, sin que parezca inquietarnos el que hayan vuelto a Europa unos dos millares de terroristas entrenados y con pasaporte de la UE. Sorprende, digo, porque la matanza de Atocha es el segundo atentado islamista más sangriento de la historia reciente y porque Ceuta y Melilla se están convirtiendo en dos corredores de entrada de esos individuos armados.

Este enorme peligro potencial se debe en gran parte a la estupidez e ignorancia brutal de los políticos occidentales. Todavía hoy, Dick Cheney, el funesto vicepresidente de Bush que nos metió en la guerra de Irak, presume de su hazaña. Por otra parte, las armas con las que guerrean los yihadistas en Oriente Medio son financiadas por Estados Unidos y Europa.

Vaya éxito, pues, el de la estrategia de los países occidentales en la zona. Por una parte, arman a los rebeldes fundamentalistas para acabar con las dictaduras árabes y, por otra, en lugar de pacificar y democratizar la región, acaban de provocar la alianza estratégica del chiismo de Irán, de Irak, de Siria y, por ende, de El Líbano.

Aquello que desearon ineficazmente el ayatolá Jomeini y otros líderes radicales está a punto de conseguirlo la estrategia equivocada y suicida de las democracias occidentales. Encima, esas lumbreras que nos gobiernan querrán que las felicitemos. 

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