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Año nuevo, vida nueva

Mª Jose Navarro  |  31 de diciembre de 2014 (00:35 h.)
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El año viejo va llegando a su fin y poco a poco se abre la puerta que conduce al nuevo. Con cierta curiosidad espiamos a través del resquicio de la puerta para ver qué nos traerá éste, a sabiendas de que la clave del cambio, del viejo al nuevo año, conlleva el hecho de reflexionar sobre nuestros buenos propósitos para luego proponernos nuevas metas, metas cargadas de un nuevo impulso y una nueva fuerza. Sin embargo si deseamos que el año que comienza sea mejor, deberíamos ineludiblemente reflexionar sobre el año que termina, hacer un balance del mismo, y examinar más detenidamente el Debe y el Haber, lo que hemos conseguido y lo que no. Luego arrepentirnos de corazón de los errores cometidos y purificarlos, es decir, arreglarlos en la medida de lo posible. Pero sobre todo para el nuevo año la clave es: no volver a hacer más lo mismo o algo parecido.

 El final de cada año es el momento de los buenos propósitos, pero recuerde que también para el año que acaba nos habíamos propuesto algunas cosas. ¿Qué sucedió con ellas? ¿Conseguimos lo que nos propusimos el año anterior o lo hemos perdido de vista y seguimos siendo los mismos de antes? Preguntémonos por qué a pesar de nuestros buenos propósitos hemos llevado “cosas malas” por ejemplo, a la familia, a nuestros conocidos, al puesto de trabajo. ¿Por qué continúa nuestra disputa con el vecino? ¿Recaímos en nuestros viejos hábitos? ¿Por qué?

 La respuesta la encontramos en la raíz de dichos aspectos negativos, aquellos que no nos gusta ver y que rara vez nos esforzamos en buscar, en la creencia de que cortando lo negativo en el árbol ya estará todo arreglado. Pero esto no es así, deberíamos aprender a encontrar la raíz del mal, es decir cuestionarnos, preguntándonos de dónde viene lo negativo, lo malo. Muchos creen que viene de otras personas, tal vez de la sociedad o de los políticos. ¡Oh, no! Viene de nosotros. Viene de nuestra raíz, viene de los programas que hemos grabado. Si encontramos la raíz de esos programas, en muchos casos nos asustaremos de cuántas raíces y raicillas tiene la mata. Nosotros somos la raigambre, pues nosotros hemos ido creando esos programas de comportamiento y también tenemos que deshacerlos. Pero hagámonos conscientes de que a nuestro lado tenemos a un gran y maravilloso ayudante, a Aquel al que cada año por navidad festejamos Su cumpleaños, Jesús, quien nos puede ayudar si nos dirigimos a Él para descubrir qué debemos reconocer y cambiar para el año nuevo.

 

Hagamos la prueba y pidámosle ayuda sí queremos aprovechar los días, las semanas, los meses del nuevo año. Para ello sería conveniente atreverse a cuestionar nuestra forma de pensar y de comportarnos: ¿Qué debemos pensar ahora? ¿Cómo debemos comportarnos? Jesús de Nazaret nos dejó la clave: «Lo que quieras que otros te hagan a ti, hazlo tú primero a ellos». Si obrásemos en consecuencia, cada pensamiento sería un rayo de sol, que traspasa con su luz los hechos y las obras, y de esa forma haría felices a los hombres y a los animales, a todo el medio ambiente. Entonces el hombre, los animales y la madre Tierra estarían en unidad, y en la Tierra habría paz.

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