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Los quebraderos de cabeza de Louzán

Richard Salgado  |  17 de enero de 2015 (19:01 h.)

Caminar lento pero seguro, así puede resumirse el primer mes de Rafael Louzán al frente de la Federación Gallega de Fútbol. Tras presentar a su Junta Directiva la semana pasada en un acto celebrado en Santiago de Compostela ante centenares de personas y bajo la atenta mirada del máximo mandatario del fútbol español, Ángel María Villar, el equipo de Louzán se puso manos a la obra y convocó una reunión el martes 13, la primera oficial de su mandato y no apta para supersticiosos, a la que acudieron todos los delegados federativos y arbitrales en la sede institucional de la Coruña. La intención era la de tener una primera toma de contacto con todos ellos y valorar la hoja de ruta a seguir a partir de ahora, pues todos juntos forman parte de una gran familia que no es otra que la Federación.

Muchas son las preocupaciones ahora mismo del dirigente ribadumiense, entre las que destacan la Mutualidad y la sede federativa. Sobre la primera mucho tendrá que lidiar Louzán para renegociar una nueva póliza que dé una cobertura sanitaria acorde, pues la actual “es pésima y se hizo deprisa y corriendo para salir del paso”, como tantas veces ha recalcado el mandatario en alusión a su antecesor en el cargo, García Liñares. La segunda, referente al emplazamiento de la nueva sede federativa, ya que la actual se encuentra totalmente anticuada, todavía sigue siendo un misterio y un quebradero de de cabeza, ya que por una parte resulta complicado pensar en cambiar el emplazamiento de la actual sede a Santiago mientras siga en pie el “faraónico” proyecto firmado en su día por el anterior titular de la federación, que por otra parte no será nada sencillo anular, máxime cuando es defendido a capa y espada por el alcalde de La Coruña, Carlos Negreira. En resumen, un galimatías que parece que irá para largo, por mucho que ambos cargos sean compañeros de partido.

Quedan en el tintero temas como la fusión e integración con el fútbol sala o el nuevo organigrama del comité de competición y de entrenadores, pero si existe un tema que hay que tratar con la máxima premura es el que tiene que ver con el colectivo arbitral.

Cuando el pasado día 8 salieron a relucir los nombres de la nueva Junta Directiva de la Federación, muchos esperaban que se dilucidara por fin el nombre del nuevo presidente del Comité arbitral. Sin embargo, y pese a que las designaciones de los directivos dejaron contentos a casi todos, pues los vicepresidentes se repartieron entre las cuatro provincias, con guiños incluso hacia el ex candidato Juan Vázquez con la elección del representante de Coruña, el chasco entre los miembros del colectivo fue mayúsculo. En primer lugar porque esa circunstancia no casa mucho con el eslogan: “todos somos una familia”, en la que el arbitraje ocuparía como mucho la figura del hijo adoptado, o siendo más malévolos, la del hijo bastardo; y en segundo, porque los cursillos permanecen paralizados, y los ascensos y los descensos se juegan por estas fechas, y con un vacío de poder como el existente ahora mismo, resulta imposible gestionarlos equitativamente.

Los árbitros están enfadados, y con razón, porque se les ha dejado de lado. La retahíla de nombres que suena para dirigirlos poco tiene que ver con un cambio o regeneración, con dinosaurios de otros tiempos, tan obsoletos como la sede federativa, o miembros del actual Comité con cargos importantes dentro de él, partícipes en muchos de los chanchullos del anterior presidente, Pérez Muiño. En resumen, más de los mismo. Los árbitros, como el resto del fútbol gallego se merecen un cambio, a mejor, por supuesto. 

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