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¿Quis custodiet politica commissars?

Gonzalo Soto  |  12 de julio de 2015 (00:35 h.)

¿Quién vigilará a los vigilantes? Platón trata esta cuestión en República, y parece llegar a la conclusión de que se debe hacer creer a los vigilantes "cargos de confianza" (comisarios políticos  del aparato, o de su amigo) que son mejores que los demás

 

Los partidos políticos han creado una casta que se sienta con superioridad moral dispuesta a hacer cualquier cosa por el bien común, que es el bien del chollo montado por su partido político, del que ellos son la mejor esencia, como abnegados "guardianes de la patria" aunque no lleven la banderita gallega en la muñeca. La "casta de vigilantes" o "comisarios políticos" por lo que estamos apreciado estos días, no es patrimonio de la derecha extrema, los salvadores de las familias que están al borde de la exclusión social que venían a regenerar la democracia blasonando de transparencia, se ocupan y preocupan de que sus amigos ocupen "sillones" en consejos de administración donde la representación municipal tenga real asiento. El viernes tuve la amarga sensación de presenciar un esperpéntico espectáculo de varios perros peleando por una chuleta

Pero lo cierto es que los vigilantes siempre protegen a quien les nombra, mientras no se sientan vigilados por nadie y se mantengan sus privilegios. El mal vigilante no es capaz de detectar la decadencia de sus propios líderes, ni impide la invasión bárbara, a la hora de la verdad, al estar arraigados como las garrapatas al cuerpo que las sustenta.

Acusar a un acusador profesional o cargo de confianza habituado a su imposición legislativa o judicial, tiene costes y riesgos desproporcionados en Galicia, quien lo haga puede perder el trabajo o ser perseguido por los comisarios políticos hasta cansarlo/a, lo que produce un perverso efecto que siempre degrada a cualquier colectivo de presuntos intocables. Desde el 24M estamos asistiendo a situaciones esperpénticas cometiendo en algunos casos presunto delito de prevaricación.

Xulio Ferreiro no debe dar pie a que la derecha y sus amigos le hagan lo mismo que le hicieron a Domingo Merino, debe ser fiel a lo que prometió, sino los cien días de cortesía se achicaran como el agua de las pozas los días de fuerte sol, cuando baja la marea.   

Ningún cargo de confianza en Galicia ha sido juzgado, o al menos no se han publicado noticias de ello, de hacerlo el nombrador tendría que dimitir y en política, aunque los pillen con las manos "imputadas" no dimite ni el pupas. Alcaldes, presidentes de Diputaciones, Conselleiros y presidente de la Xunta no acusan a sus cargos de confianza, como mucho cesan a los  mismos en sus cargos por "razones personales". En muchas situaciones los mantienen en el cargo contra todo pronóstico por lo que puedan saber o tirar de la manta, o por imperativo de este o aquel partido.  Salvo rarísimas excepciones, siempre dentro de procedimientos "disciplinarios", son cesados.

El principio de la dependencia jerárquica blinda a todos los cargos, de confianza metidos a "DEDO" ante cualquier acusación o exigencia de responsabilidades. No existe nada parecido de instituciones públicas en Galicia, salvo algunas denuncias de acoso sexual y laboral contra mujeres en algunos concellos de Galicia, aunque es legalmente posible que, en la práctica, sean los servicios de inteligencia del CNI y el Centro Criptológico Nacional (CCN) quienes más controlen las comunicaciones y la informática,  por tanto perfectamente conocedores de la impunidad con la que actúan los "comisarios políticos".

Algunas noticias hacen sospechar que existe una importante cifra negra de delitos cometidos por cargos de confianza, esos que amparados en la ley manejan el dinero público, ejerciendo  todo tipo de triquiñuelas para favorecer los intereses de sus "amos" que les han dado el "chollo" de su vida, casi  nunca son denunciados, y que de los muy pocos que sí son denunciados, casi ninguno se instruye nunca judicialmente.

Los comisarios políticos nombrados a dedo son vigilantes de funcionarios que se han ganado el puesto a puro huevo, quemándose las cejas hasta ganar la oposición, mientras que abrazafarolas del partido son nombrados a dedo y para más escarnio, vigilan a quienes cumplen su función con escrupulosa profesionalidad.

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