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Barça y River, un duelo que esperó 29 años por culpa del Steaua

Canchallena.com  |  19 de diciembre de 2015 (13:06 h.)
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El conjunto catalán pudo haberse enfrentado a los de Núñez en la final de la Intercontinental de 1986, pero falló en los penaltis y el Steaua de Bucarest se proclamó campeón. El posterior drama del heroico arquero rumano Duckadam

El desencuentro duró casi treinta años. Cuando este domingo a las 7.30 (hora de la Argentina) Barcelona y River comiencen a definir al nuevo campeón del Mundial de Clubes, le pondrán punto final a una cita que la profecía de la lógica había pronosticado para diciembre de 1986.

Si bien no tenía cracks como en la actualidad, Barcelona era el claro favorito para ganar la Copa de Campeones de Europa (hoy Champions League) de aquella temporada. El nombre más destacado era el del capitán alemán Bernd Schuster y el entrenador era el inglés Terry Venables.

Sin embargo en el partido decisivo, disputado el 7 de mayo en Sevilla, el equipo catalán protagonizó un hecho inédito hasta entonces. Tras el magro 0 a 0 ante el ignoto Steaua de Bucarest (Rumania), los futbolistas del conjunto español malograron sus cuatro penales de la definición.

 

 

José Ramón Alexanco, Ángel Pedraza, Pichi Alonso y Marcos Alonso, en ese orden, no pudieron vulnerar al arquero rumano Helmuth Duckadam, que detuvo los cuatro remates y se convirtió en héroe. De nada sirvió el esfuerzo de Javier Urruticoechea, que bajo los tres palos contuvo los disparos de Mikal Majaru y László Bölöni.

El infrecuente 2-0 logrado desde el punto de penalti ( anotaron Marius Lacatus, que cuatro años después enfrentó a la Argentina en el Mundial de Italia 90, y Gavril Balint, autor del 1 a 1 frente a la albiceleste en ese torneo) depositó al conjunto rumano en Tokio (donde luego cayó ante River por 1 a 0) e impidió el choque que hoy, casi tres décadas después, finalmente se concreta.

 

El drama de Duckadam

Tenía 27 años y estaba en el pico de su carrera deportiva. Pero a Helmuth Duckadam, la vida lo enfrentó a una situación límite. Unas semanas después de ser la figura estelar en la consagración de Steaua de Bucarest en la Copa de Campeones ante Barcelona (único título internacional del fútbol de Rumania), el arquero se enfermó, sufrió una trombosis en el brazo derecho y estuvo a punto de sufrir una amputación. Estuvo tres años fuera de las canchas e intentó regresar a la actividad en 1989, en el discreto Vagonul Arad, de la segunda división. Dos años después colgó los guantes.

Ante el hermetismo informativo que había en Rumania durante el régimen comunista liderado por Nicolae Ceausescu (uno de los dictadores más sanguinarios que tuvo la Europa del Este durante la Guerra Fría, que moriría fusilado por su propio pueblo en 1989), surgió una leyenda que afirmaba que lo que en realidad le había pasado a Duckadam fue que miembros de la Securitate (la policía secreta que operó en Rumania durante el régimen socialista) lo había apresado y torturado, y que le habían roto uno por uno los dedos, por su negativa a entregarle al gobierno un automóvil Mercedes que supuestamente le había regalado Ramón Mendoza, entonces presidente del Real Madrid, por su rol fundamental en la derrota de Barcelona.

 

 

 

Si bien Duckadam reconoció que no se sentía identificado con el régimen socialista, desmintió en más de una ocasión esa historia.

Lo cierto fue que en Tokio, y ante River, el arco estuvo defendido por el arquero suplente, Dumitru Stingaciu.

Después del fútbol, Duckadam trabajó como guardia de fronteras y, más tarde, un mal pasar económico lo obligó a vender todos sus recuerdos de aquella final del 86. En 2010 fue nombrado presidente de honor del Steaua.

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